Es importante visualizar previamente lo que queremos conseguir y trazar un proyecto minucioso sobre la táctica necesaria para alcanzar con éxito el fin. Nadie más que un temerario se echaría al campo de juego o a la batalla sabiendo que va a perder. Pero esto no es exactamente un juego o una batalla ni un trabajo de diseño o de una aplicación rigurosa. Se trata de un trabajo de creación cuyo fin puede no estar escrito de antemano o puede ser el desarrollo del proceso quien marque pautas que determinan el final. Se trata de ir encontrando sobre la práctica sintiendo la mano, oyendo la materia y atendiendo a la cabeza.
Es el espectador el que cierra el círculo. El que disfruta, sufre o se queda indiferente ante la contemplación o la escucha de una obra, solo necesita un requisito para poder leer y sentir que tiene que ver con su disposición, con el ánimo permeable para que los sentidos no se rijan por valores ajenos ni juicios previos. Solo así, recuperado un grado de inocencia y astucia sufi cientes puede participar en el misterio, sorprenderse y cuestionar o apreciar cuanto sus sentidos le ofrecen.