De las vicisitudes artísticas

Resulta difícil precisar desde cuando y porqué uno se dedica al arte.

Pero es un hecho, al menos en mi caso, que desde niño me empeñé en desarrollar una habilidad, que con el paso del tiempo se va matizando y reafirmando hasta convertirse en una manera de mirar e interpretar la cosas pequeñas y grandes, la vida… plasmando en dibujo, color y formas cuanto a uno le dictan sus adentros ya sea la cabeza, la mano o las tripas y siempre en función de los medios y sistemas mas o menos azarosos que la practica y el conocimiento posibilitan.

La dedicación profesional es otra cosa.

La formación que recibí durante de chaval y bachiller fue mas que cuestionable ya que estaba basada en la copia, en el desarrollo de una habilidad que mas que con la creación tiene que ver con la mimesis y el sometimiento.

Pero tuve la suerte de nacer en una familia de modistas, la abuela, la tía y mi madre, por lo que siempre anduve entre patrones, tijeras y recortes con los que desde el plano se componían volúmenes y… luego las pruebas, los espejos… además entre mis 9 y 16 años diariamente pasaba ante la tienda de la calle Ercilla en la que mi primo y padrino Juanjo Ruiz era el escaparatista. Visitarle en aquel sótano era una experiencia completa al poder acceder en un instante a las distintas fases del proyecto y composición de una escenografía en la que él iba combinando las telas y tejidos mas sofisticados junto a sus cuadros de la ría de Bilbao y un sinfín de objetos mas o menos encontrados, cargados de sentido particular y surreal como máquinas, instrumentos musicales o de labranza hasta algún gallo disecado. Sin duda fue toda una escuela.

Con catorce años y movido por el premio, tuve la osadía de ir a cantar a un programa de Radio Bilbao (“de corazón a corazón”) por lo que me concedieron una beca para aprender dibujo en una academia e la villa. Fue un aprendizaje cargado de rutinas, una vinculada al dibujo fiel de fotografías con todo tipo de lápices y papeles y la otra, a la larga mas interesante, consistente en rellenar o dar volumen a dibujos de arquitectura a partir de la técnica de aguada japonesa o Sumi-e. El conocimiento de los rudimentos técnicos del dibujo y la aguada me sirvieron con el tiempo sumándose a las visitas sistemáticas al museo de mi ciudad junto con los libros de arte y, ya a mis 20 años, la fortuna de conocer a mi profesora de magisterio: Luisa Martinez.

Todo ello me abrió los ojos sobre las posibilidades expresivas de los medios y el desarrollo de la capacidad creadora que descubrí en pedagogos como Freinet, Freire, Lowenfeeld, Stern, Read etc. que ocuparon también un hueco importante en mi formación entusiasta como maestro entre los años 70 y 74.

Desde entonces siempre me dediqué a la enseñanza y el aprendizaje del arte en cuantas manifestaciones pueda presentarse.

Los estudios universitarios en una facultad de Bellas Artes no fueron inicialmente posibles (las facultades mas próximas estaban en Madrid y Barcelona y la economía doméstica no estaba para mas dispendios, ni se justificaba al ser una disciplina que mi querido padre entendía que conocía sobradamente.

Tres o cuatro años después del comienzo de mis estudios universitarios de Medicina en Valladolid, se implantaron los estudios de Bellas Artes en Bilbao pero yo me orienté, tras las vicisitudes vallisoletanas, hacia el magisterio.

Doce años tardé en matricularme finalmente en los estudios de Bellas artes en la facultad de Bilbao aunque durante los 6 años anteriores ya me dedicaba a la formación y practica del oficio del arte en Galicia y Barcelona.

En el 74-75 formé parte de la 1ª Experiencia escuela-fábrica en el Seminario de Estudios Cerámicos de Sargadelos en Lugo. Sin duda y a pesar de los pesares, fue un experiencia tan intensa como interesante en el conocimiento de gentes del lugar, del diseño, la escultura y la tecnología cerámicas. Pude conocer a personas y trabajos importantes como los de los artesanos populares o las obra y personas de Arcadio Blasco, Carmen Perujo, Díaz Pardo, Luis Seoane, Xoxé Vizoso, Tapio Wirkkala etc.

Al siguiente año 76 abrí junto a Inés Banqué, que terminaba sus estudios en La Massana, un taller en Barcelona (en la calle Cerdeña, no lejos de la Sagrada familia) y recibí un curso sobre gresificación y vidriados crudos de baja temperatura sin plomo en la Escuela industrial de Barcelona con inestimables Angelina Alós junto a compañeros tan entusiastas como Carles Bataller y otros cuyos nombres se han ido desdibujando. Han pasado ya cuarenta años desde aquel carnet de estudiante vespertino de la Escola del Traball.

Finalmente entre el 80 y el 84 cursé los estudios de Bellas artes y desde el 85 hasta el 2013 ejercí como docente en el departamento de escultura ocupándome también de cuantas obligaciones y responsabilidades cabía asumir tanto en la facultad como en la universidad y departamento.

No fue fácil compaginar la docencia con la actividad creativa aunque siempre consideré que, en mi caso, la enseñanza resulta inseparable o implica una cierta proyección de la actividad artística… No obstante durante el tiempo intensivo de docente, mantuve el taller abierto y una disposición continua a participar en exposiciones colectivas, de pintura, escultura, cerámica, gráfica y alguna individual, así como en concursos públicos especialmente de escultura pública.

Afortunadamente obtuve una mención especial en Zarautz y un primer premio en Llodio y, gracias a ello hace 20 y 10 años, pude instalar dos trabajos importantes en el espacio público que ven pasar el tiempo con dignidad. Actualmente sostengo que, terminado formalmente mi periodo largo como docente universitario, mi trabajo sólo ha cambiado de objeto por lo que finalmente retomo con ánimo renovado mi primera inquietud dedicándome con todo el ánimo que puedo a la practica del oficio artístico.

Así que me siento como un joven emergente, como hoy se llama a los que pretenden salir adelante y son descubiertos como si de mirlos blancos se tratara…

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